La prudencia es
una de esas virtudes de las que apenas se habla y que, sin embargo, resulta ser
una clave en el dificílisirno arte de ordenarnos rectamente en nuestra relación
con el prójimo. No nacemos prudentes, pero debemos hacernos prudentes por el
ejercicio de la virtud. Y no es tarea fácil.
El pensamiento
puede descarriarse como se descarría la voluntad, porque está expuesto a las
mismas pasiones y a los mismos condicionamientos. Pensar y bien exige una gran
atención, no sólo sobre las cosas, sino principalmente sobre nosotros
mismos.
| |
Hay que saber
estar atentos sobre las razones, pero mucho más sobre nuestras pasiones que son
las que nos impulsan al error. Porque los hombres solemos errar por
precipitación en nuestros juicios, afirmando cosas que la razón no ve claras,
pero que estamos impulsados a afirmar como desahogo de nuestras pasiones. Quien
no sabe controlar sus pasiones, tampoco sabrá controlar sus razones y se hace
responsable moral de sus yerros.
La razón es la
que ha de regir nuestra conducta en la verdad y por eso la prudencia es la
primera de las virtudes cardinales. Pero la verdad requiere tener sosegada el
alma para conseguir tener sosegada la mente con objetivas razones.
|
Bienvenidos todos a mi blog. Aquí estoy colocando y actualizando pensamientos, historias, reseñas, fotos, videos... para estar al día y mantenernos cerca.
sábado, 15 de octubre de 2011
La virtud de la prudencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario