Cuentan que un joven paseaba una vez por una ciudad desconocida, cuando, de pronto, se encontró con un comercio sobre cuya marquesina se leía un extraño rótulo: "La Felicidad".
Al entrar descubrió que, tras
los mostradores, quienes despachaban eran ángeles. Y, medio asustado, se acercó
a uno de ellos y le preguntó.
- "Por favor, ¿qué venden
aquí ustedes?"
- "¿Aquí? -respondió el
ángel-. Aquí vendemos absolutamente de todo".
"¡Ah! - dijo asombrado el
joven -. Sírvanme entonces el fin de todas las guerras del mundo; muchas
toneladas de amor entre los hombres; un gran bidón de comprensión entre las
familias; más tiempo de los padres para jugar con sus hijos..."
Y así prosiguió hasta que el
ángel, muy respetuoso, le cortó la palabra y le dijo: "Perdone usted, señor.
Creo que no me he explicado bien. Aquí no vendemos frutos, sino semillas."
No hay comentarios:
Publicar un comentario